Hay preciosos parajes en Extremadura, muchos de los cuales tengo grabados en mi retina y corazón. Suelo visitarlos y disfrutar de ellos cuando puedo pero, cuando no me es posible, recurro a las imágenes guardadas en mi computadora. Como ésta de mi gran amigo Juan Jesús Sánchez, el gran cronista de Montehermoso: la fuente ferruginosa (de apenas un metro de profundidad, pero que no se seca), la pila (que en realidad es un sarcófago romano de tipo "cervicale", donde antes se bañaban mis paisanos), el estanque añadido en los últimos años y la laguna de "Jerrao".
Todo ello en esa maravilla natural y arqueológica que constituye la dehesa boyal de Montehermoso. Mi noviazgo con ese paisaje surgió muy pronto, en mi más dura y tierna infancia, pues mi padre trillaba muy cerca (en el "Valle de los Linares") y cada anochecer me encargaba que llevara allí la yunta de mulos para que descansaran, comieran y se refrescaran para soportar el esfuerzo del día siguiente. De paso aprovechaba para llenar el barril, pero apartando la "nata" y colocando un trapo para evitar que penetraran las peligrosas sanguijuelas. Agua fresca y saludable, pues al ser ferruginosa evitaba que las anemias nos afectaran... De mozo trasnochaba para coger las abundantes y exquisitas ranas, con la ayuda de un carburo o después con los faros de mi seiscientos amarillo (el delito ya ha prescrito). A veces bajaba hasta el molino de Jerrao, o ascendía hasta la Maja de los Porqueros o el Tremal. Esta tarde, mientras descanso un rato en mi cotidiana tarea lectoescritora, por enésima vez abro la foto y sueño despierto...
Domingo Quijada González
Todo ello en esa maravilla natural y arqueológica que constituye la dehesa boyal de Montehermoso. Mi noviazgo con ese paisaje surgió muy pronto, en mi más dura y tierna infancia, pues mi padre trillaba muy cerca (en el "Valle de los Linares") y cada anochecer me encargaba que llevara allí la yunta de mulos para que descansaran, comieran y se refrescaran para soportar el esfuerzo del día siguiente. De paso aprovechaba para llenar el barril, pero apartando la "nata" y colocando un trapo para evitar que penetraran las peligrosas sanguijuelas. Agua fresca y saludable, pues al ser ferruginosa evitaba que las anemias nos afectaran... De mozo trasnochaba para coger las abundantes y exquisitas ranas, con la ayuda de un carburo o después con los faros de mi seiscientos amarillo (el delito ya ha prescrito). A veces bajaba hasta el molino de Jerrao, o ascendía hasta la Maja de los Porqueros o el Tremal. Esta tarde, mientras descanso un rato en mi cotidiana tarea lectoescritora, por enésima vez abro la foto y sueño despierto...
Domingo Quijada González