Tenía tanta añoranza de aquellas hermosas
rutas nocturnas con la luna llena del verano que hace poco me decidí a caminar
de nuevo en las noches estivales bajo el halo de nuestra hermosa compañera
nocturna.
Muchas cosas se juntaron para la noche
elegida, hacía muchos años que no ocurría el comienzo del Solsticio de verano
con la luna llena, este fenómeno que se vio por última vez en 1967 se le llama
“La Luna de Fresa o Luna Rosa”. Cuando vuelva a ocurrir este fenómeno será ya
el 21 de junio de 2062.
Ultimé todos los preparativos, mi cámara, mi
trípode, mi libreta y unas ganas enormes de recorrer los bellos parajes de
nuestra dehesa y aprovechar para hacer un seguimiento y escucha de aves
nocturnas. A las 21:15 Salí de casa con paso firme y decidido y después de una
amena charla con dos amigos, comencé mi andadura.
Caminé hasta buscar un punto alto para poder
observar la salida de la luna. El atardecer teñía con sus luces las hermosas
nubes que creaban formas imaginarias. Me detuve un momento en el camino al
notar como los animales, insectos, anfibios, reptiles, mamíferos y aves,
estaban inquietos y especialmente activos a esas horas en los que el sol ya
terminó por esconderse completamente en el horizonte.
A las 21:54 llegué a mi destino y justo en
ese momento empecé a ver aquella gran esfera luminosa que parecía de color rosa
y que poco a poco ganaba altura a las montañas, inundando de luz y color el
firmamento lejano.
Fueron instantes de magia y emoción, donde
empezaron a aparecer entre la enorme piedra granítica donde estaba situado,
insectos, hormigas voladoras que siempre suelen
salir al finalizar el verano y cuando se combinan las altas temperaturas con un
periodo de lluvia. Pequeños sapos, lagartijas, ratones de campo y empezaron de
la nada los sonidos de las golondrinas, chotacabras, abubillas, abejarucos,
oropéndolas, acompañados por los vuelos de los murciélagos, dos lechuzas y
varias rapaces diurnas que parecían muy excitadas.
Empecé a caminar hacia
los dólmenes y desde la estrecha senda entre matorrales, al volver la vista
atrás, vi a lo lejos un zorro subido en una enorme piedra de granito. Miraba la
luna y giraba su cabeza sin siquiera extrañarse de mi presencia.
Continué mi camino y
en un húmedo valle entre el tintineo de los campanillos de las vacas y el siseo
de una lechuza, llegué a un claro de la dehesa donde veía a la luna cada vez
coger más y más intensidad. Sentía como a cada paso la vida en la dehesa de
noche se tornaba más bulliciosa.
Al llegar al Gran
Dolmen me encontré entre sus piedras a una hermosa gineta sentada, me quedé
quieto sin mover un musculo para no asustarla. Después de unos segundos
mirándome se fue despacio trepando a un árbol y allí entre sus ramas disfrutó
del mismo espectáculo que yo había venido a ver.
Al bajar al dolmen
del Tremal, la luna ya proyectaba mi sombra entre las hierbas y los matorrales
que dejaba a mi paso. Más magia empezaba en el ambiente. Una manada de jabalíes
aparecía en dirección a la Laguna del Tremal. Allí estuvieron un rato entre
algarabía y chapoteos, hasta que cruzaron el camino y se dirigieron en
dirección norte al Chozo de Daniel.
Esperé un rato y
después de admirar la luna llena desde este milenario monumento megalítico,
decidí acabar la aventura. Me quedaba el Dolmen de La Gran encina, pero mi
intuición me hizo que desistiera y fuera hacia la laguna.
Cuando ya parecía que
lo había visto todo y cogía el camino de regreso a casa a las 23:17 de la
noche, surgió un búho real entre un alcornoque que se encuentra al lado de la
laguna. Fue espectacular, imponente y asombroso. La impresión era tan grande
que quería absorber como una esponja todas las emociones del momento. Ese canto
que retumbaba por todo el entorno me acompañó hasta la salida de la dehesa. La
experiencia era tan hermosa que solo quería llegar a casa para contársela a mi
familia.
Y esta es mi
experiencia en una noche de verano de luna llena en el Parque Periurbano de
Conservación y Ocio “Dehesa Boyal de Montehermoso”. Una noche acompañado por la
magia y el hechizo de la Luna de Fresa o Luna Rosa, en un entorno mítico y
lleno de historia y naturaleza.
Juan Jesús Sánchez Alcón 2016