El carámbano en los arroyos, pistas de patinaje. Los espilongraeros (columpios) montañas rusas, y la época de la trilla en verano, nuestras vacaciones sin agua, pero sabrosas como las vivencias agradables más intensas. La motricidad general y habilidades básicas eran adquiridas con espontaneidad y naturalidad en el desarrollo de los juegos. La inteligencia, lógica y sentido común iban parejas al aprendizaje del vivir cotidiano.
No sabíamos de la existencia de psicólogos, de enfermedades depresivas, ni de requisitos o comportamientos conductuales necesarios para el desarrollo integral de las personas. La psicología natural, hacía que los mayores nos enseñasen a los más pequeños con una mirada o un bofetón en el momento apropiado, sin crearnos traumas, cuales eran los comportamientos sociales adecuados y naturales por naturaleza.
Recuerdos pasados agradables; el respeto, compartir, la solidaridad, eran valores manifiestos y no exigibles. Vivíamos juntos personas y animales, compartíamos, y en la biocenosis de nuestro ecosistema las relaciones eran naturales. Posteriormente en el llamado estado del bienestar social, perdí mi época de feudalismo humanizado y me di de bruces con un mercado interesado.
Perdí los relatos sabrosos al calor del fuego; me encontré con relatos no vitales, si banales, traídos por la electricidad; perdí horas de descanso por convertirme en antinatural y acostarme a altas horas de la noche adulando a la electricidad. Perdí la alimentación y actividad física inherentes a la vida del ser humano y me apropié de la glotonería y del sedentarismo. Perdí tantas y tantas cosas naturales, que las generaciones más jóvenes en la sociedad consumista en que nos encontramos, entenderían como no natural, nuestra forma de vida en un pasado no muy lejano.
Hemos perdido todo lo natural que hace unas décadas percibían nuestros sentidos y a cambio le hemos regalado artificialidad a los sentidos.
Con el empeño de Andares, he vuelto a ser más andarín, cualidad básica del ser humano. He vuelto a mirar al cielo y aprender de las aves; he vuelto a mirar al suelo y a ofrecer los mejores pasos a mis pies. He vuelto a apreciar colores, a escuchar sonidos y disfrutar sabores que tenía olvidados. A levantarme de la cama y como si fuera un ser humano, enfrentarme a lo que el tiempo nos traiga, brisas frías o templadas; a mojar mi cuerpo si las nubes descargan; a sentirme satisfecho por sentirme naturaleza menos desnaturalizada.
Felicisimo López Olivera (Socio Universal de Andares)
Felicisimo López Olivera (foto: Juan Jesús Sánchez Alcón)