La Gran Encina, árbol centenario en la dehesa boyal de Montehermoso
A
lo largo de la historia encontramos árboles centenarios que forman parte de
nuestra cultura y de nuestro patrimonio, por eso es fundamental protegerlos,
conservarlos, cuidarlos y valorarlos como realmente se merecen.
Estos
árboles singulares se convierten en puntos clave para la biodiversidad, en
verdaderos tesoros naturales dentro de nuestros ecosistemas. En
la Dehesa Boyal de Montehermoso tenemos el caso de la Gran Encina, la Encina
Gorda, y varios ejemplares de alcornoques, robles, mestos y quejigos.
Uno de los mayores peligros en su conservación puede
producirse cuando se modifica el entorno de estos ejemplares o se realizan
agresivas podas. Hay que ser conscientes de las consecuencias que puedan
resultar de estas malas actuaciones.
Uno de los más importantes principios básicos en el manejo de
los árboles singulares, históricos, monumentales o centenarios, es evitar
podarlos de manera indiscriminada. En este tipo de árboles la poda solo debe
practicarse para solucionar los problemas que tiene y ayudar a conservar el
estado de salud del árbol. Al contrario
de otros árboles frutales, los chupones o rebrotes deben conservarse, para así
asegurar una regresión gradual de la copa.
Tampoco se debería cortar de inmediato el árbol cuando
inevitablemente muere. Se quitan aquellas partes que puedan suponer un riesgo
para las personas, y se puede dejar como un monumento en este museo de la
naturaleza, además de servir como refugio de vida de numerosas aves nocturnas o
murciélagos.
Es recomendable que las visitas al lugar donde se encuentran
estos árboles se hagan a pie, evitando en todo momento el acercamiento en
vehículos que por una parte alteran el entorno, sufriendo cambios drásticos por
el apelmazamiento del terreno, y por la desaparición de parte de la cobertura
vegetal, siendo víctimas de la humanización y la falta de sensibilización hacia
la naturaleza y la biodiversidad que la rodea.
La construcción y adecuación de pistas de acceso sin control,
puede acarrear a corto o medio plazo, la pérdida y deterioro del patrimonio natural
y cultural, modificando el paisaje y el equilibrio del ecosistema.
Estos árboles centenarios tienen algo especial que muchas
personas sabemos valorar. Gracias a ellos nos acercamos a la naturaleza y
disfrutamos de ella. Hay que crear una cultural natural a través de la
educación ambiental basada en el respeto y así lograr que las personas velen
por la protección de estos árboles singulares para garantizar su supervivencia,
y con ella la de nuestros paisajes y la de toda la biodiversidad de nuestros
ecosistemas, incluida la supervivencia del ser humano.