Cuando
miro el calendario veo como noviembre avanza para dar paso al último mes del
año, siento como los días son cada vez más cortos y fríos. Entonces me vienen a
la memoria recuerdos de mi infancia al pasar por las calles al atardecer, ese
olor a sopas de ajo o sopa de tomate, a lomo o tocino frito.
A
los niños jugando a “los tintos” mirando de reojo por si venían a buscarlos
para meterse en casa, había que aprovechar hasta el final antes de sentarse al
brasero y ver “un globo, dos globos, tres globos”. Los más rezagados sonaban a
lo lejos jugando al bote lagartija sin bigote, “bote por mis compañeros y por
mi primero”. Patada al bote de condensada y a esconderse otra vez. Las chicas por
aquel entonces estaban con el SuperPop y llenaban los cuadernos con pegatinas
de Los Pecos, Pedro Marin o Leif Garrett.
Ahora
con el paso de los años recuerdas con añoranza muchas cosas, sobre todo esa
sana convivencia que había entre las personas. Había menos egoísmo y todo el
mundo se ayudaba. Y es que aunque el dinero escaseaba, el amor abundaba.
A
los que vivimos aquella época que tantos recuerdos nos dejó.