Había
una vez un pequeño aliso que vivía en las orillas de un río cristalino. Desde
que era una pequeña plántula, siempre había sentido curiosidad por el mundo que
se extendía más allá de sus raíces. Observaba el agua que fluía suavemente y se
preguntaba constantemente a dónde llevaría el río.
El
pequeño aliso soñaba con crecer lo suficiente para ver más allá de la curva del
río y descubrir los misterios que aguardaban más adelante. Todos los días,
extendía sus ramitas hacia el cielo y le pedía al sol que lo ayudara a crecer
más rápido.
El
tiempo pasaba y crecía cada vez más alto. Sus raíces se
aferraban con fuerza a la tierra mientras sus ramas se alzaban hacia el cielo.
A medida que sus ramas cogían más y mas altura, también se daba cuenta de la importancia de mantenerse
fuerte y saludable.
El aliso
aprendió a aprovechar el agua del río para nutrirse y crecer aún más. Cada vez
que una brisa acariciaba sus hojas, sentía una mezcla de emoción y de ilusión.
Sabía que estaba cada vez más cerca de cumplir su sueño de ver más allá de la
curva del río.
Un día,
finalmente alcanzó la altura suficiente para asomarse más
allá de la orilla. Extendió sus ramas y su tronco se inclinó hacia adelante,
como si estuviera tratando de ver todo lo que la naturaleza escondía.
Y allí,
a lo lejos, pudo vislumbrar las majestuosas montañas que se alzaban en el
horizonte. Podía escuchar el rugir de una cascada y el canto de los pájaros que
habitaban en la zona más lejana.
El aliso
se llenó de alegría y gratitud al darse cuenta de que finalmente había logrado
su objetivo. Había crecido lo suficiente para ver dónde iba el río y descubrir
los tesoros que se escondían más allá de su hogar.
Aunque nunca abandonó su lugar en la orilla del río, se sintió satisfecho y
feliz. Sabía que, aunque su perspectiva se había ampliado, siempre sería un
guardián de ese rincón especial y seguiría brindando sombra y apoyo a los seres
vivos que lo necesitaran.
Y así,
el aliso encontró la felicidad en su crecimiento y en el hecho de que, a pesar
de su deseo de explorar el mundo, su verdadero propósito era ser un testigo
silencioso de la belleza y la vida que fluía a lo largo del río.
Y es que
después de haber crecido y contemplado las maravillas que se encontraron más
allá de la curva del río, se dio cuenta de que estaba allí no solo para
descubrir nuevos lugares, sino también proteger y cuidar de aquellos animales y
plantas que dependían de él en la orilla.
El aliso
ya con su gran porte se convirtió en un refugio para aves y pequeños animales
que buscaban cobijo y protección. Sus ramas se extendían en todas las
direcciones, ofreciendo sombra fresca en los días calurosos del estío y refugio
en las noches bajo la luz de la luna llena reflejada en el agua. A sus amigos les decía que se enorgullecía
de brindar un hogar seguro para todos aquellos que lo necesitaban.
A medida
que pasó el tiempo, se dio cuenta de que su influencia iba más allá de
su entorno inmediato. Sus hojas caerían nutriendo el suelo, permitiendo que
otras plantas crecieran cerca de él. Sus raíces, fuertes y entrelazadas, ayudarían
a evitar la erosión de la tierra, protegiendo así las orillas del río.
El aliso
también aprendió a escuchar. Cada vez que el viento soplaba a través de sus
hojas, susurraba historias de lugares lejanos y compartía secretos de la
naturaleza. Y cada noche, cuando el río cantaba su dulce canción, el aliso se
unía en armonía, llevando consuelo y tranquilidad a todos aquellos que lo
rodeaban.
Con el
tiempo se dio cuenta de que su deseo de explorar había sido obtenido
por el amor y el cuidado que sintió por su hogar en la orilla del río. Sabía
que su presencia tenía un propósito valioso y que su contribución era esencial
para el equilibrio y la armonía del ecosistema fluvial.
Y así creció en sabiduría y serenidad, abrazando su lugar en el río con
gratitud y amor. Su historia se convirtió en una inspiración para todos los
seres vivos que habitaban cerca de él, recordándoles que cada uno de nosotros
tiene un propósito único y significativo en este inmenso y maravilloso mundo.
Con la
llegada del invierno, las ramas se desnudaron, dejando al descubierto las
pequeñas drupas que contenían las semillas del aliso que luego se convertirían en nuevos arbolitos.
Con el transcurrir de los días, las
semillas, liberadas de su envoltura protectora, fueron arrastradas por la
corriente más allá de la curva del río. Flotaban en el agua, girando y danzando
al ritmo de la corriente, emocionadas por el viaje que les esperaba.
A medida
que avanzaban río abajo observaban maravilladas el
paisaje que las rodeaba. Pasaban por cascadas y rápidos, sintiendo la energía y
la fuerza del agua que las rodeaba. Mariposas, libélulas, ranas y aves acuáticas las
acompañaban en su travesía, compartiendo historias de lugares lejanos.
A pesar
del frío y los desafíos del invierno, las semillas del aliso mostraban su
alegría y confianza en el poder del río. Sabían que las llevarían a un lugar
especial, donde podrían echar raíces y crecer en su plenitud.
Finalmente,
la corriente las depositó en una orilla tranquila, resguardada por árboles y
arbustos. Las semillas, llenas de gratitud, se hundieron en el suelo húmedo y
fértil, esperando el abrazo cálido de la primavera para comenzar su proceso de
germinación.
Con la
llegada de los días más cálidos, comenzaron a brotar.
Pequeños tallos verdes emergieron de la tierra, buscando la luz del sol. Cada
día crecían más y más, desarrollando raíces fuertes y hojas tiernas.
Con el
tiempo, se transformaron en altos y esbeltos árboles.
Sus hojas verdes vibrantes danzaban con el viento, y sus ramas se alzaban
orgullosas hacia el cielo. Formaban un bosque frondoso en las orillas del río,
brindando sombra y refugio a las criaturas que los rodeaban. Y todo gracias a
aquel pequeño aliso.
Las
semillas del aliso, que alguna vez flotaron alegremente en el agua, encontraron
su destino como guardianes del ecosistema en la ribera del río.
Y así, aquellas pequeñas y diminutas semillas, al confiar en el poder del río y dejarse llevar por su
corriente, cumplieron su propósito y encontraron su lugar en el mundo. Su
historia inspira a todos a confiar en el flujo de la vida y a dejarse llevar
por las corrientes que nos guían hacia nuestro destino.
Y esta
es la historia de un pequeño aliso, el árbol guardián que cuida de nuestros
ríos.
A mis
compañeros y compañeras de Life Alnus Taejo y a todos los niños que estuvieron
en nuestras charlas de educación ambiental.
El
relato está inspirado en las historias que los niños me contaban después de
darles las charlas de Educación Ambiental del proyecto Life Alnus Taejo y cuando se encuentran conmigo por la calle. Mi
agradecimiento a todos ellos porque con sus simpáticas aportaciones me
inspiraron a escribir este pequeño cuento una madrugada del 28 de junio de 2023.