Crónica de una visita a Las Potras de Montehermoso
Vaqueiro Rodríguez,
M. y Vidal Romaní, Juan Ramón
Instituto Universitario de Xeoloxía “Isidro Parga
Pondal”, Universidade de A Coruña
Clube de Espeleoloxía A Trapa - CETRA
“...Para conocer este patrimonio natural, para
poder leer este libro del pasado, escrito en las
rocas y en el paisaje antes de nuestra
aparición.... Esta es nuestra memoria de la
Tierra. Este es nuestro Patrimonio Geológico...”
(Derechos de la Memoria de la Tierra Digne,
Francia,1991)
Viajé
a Cáceres (capital) en septiembre de 2014, junto con el Dr. Juan Ramón Vidal
Romaní y la estudiante de doctorado Laura González, para participar en las
Jornadas de la Sociedad Geológica de España (SEG).
Completadas
las sesiones científicas, aprovechamos la estancia y el viaje para descubrir
desde un punto de vista geológico el Cáceres natural. Visitamos el afloramiento
de granitos del paraje de los Barruecos de Malpartida, geomorfológicamente muy
interesante debido a los numerosos tafoni y otras pequeñas cavidades de bloques
dónde abundan los bioespeleotemas de ópalo-A u ópalo biogénico; visitamos
también algunos afloramientos en cuarcitas en la zona de Santiago de Alcántara,
con sus abrigos y cuevas, no solamente interesantes por sus pinturas rupestres,
si no por la existencia también de bioespeleotemas de ópalo (nuestro interés en
este tipo de depósitos quedará claro a lo largo de esta crónica). Y finalmente
subimos hacia el norte, hasta Montehermoso con el objetivo de visitar el paraje
de Las Potras y sus cuevas. Esta
última visita hubiera sido imposible de realizar si no llega a ser por Juan
Jesús Sánchez Alcón y José Luis Garrido Martín, a los que desde aquí quiero
agradecerles una vez más la oportunidad que nos brindaron.
En
este artículo os propongo realizar una rápida visita a Las Potras de Montehermoso, leyendo ese libro del pasado, ese
fragmento de la memoria de la Tierra, escrito en sus rocas y en sus cuevas.
Nos
aproximamos al sistema de Las Potras por su vertiente Este. Desde el Canchal
del Búho, al borde del talweg de la
Rivera del Bronco, podíamos ver la enorme acumulación de bloques de
granito que ocultaba el curso fluvial a lo largo, al menos, de unos 300 m.
Descendimos la vertiente avanzando progresivamente aguas arriba, al NNE del
mirador, hasta llegar al sumidero donde la
Rivera del Bronco desaparece
bajo tierra.
El
primer elemento que llamó mi atención en el sumidero fueron las marmitas
turbillonares (localmente llamadas pozas o tinajas). Nos contaba Juan Jesús
como cambian los rellenos de estas marmitas durante las avenidas, pasando de
estar completamente rellenas de cantos rodados a quedar medio vacías.
A
pesar de las lluvias caídas en los días anteriores a nuestra visita, la Rivera
del Bronco dormitaba y el sumidero se encontraba seco. Nos equipamos
en el exterior y descendimos entre los bloques hasta llegar al canal
subterráneo de la cueva. Y (¡chof!)…. Llegamos al agua.
Cuando
la luz iluminó el paisaje subterráneo lo primero que destacaron fueron las
formas de erosión que definían y delimitaban este canal subterráneo. La imagen
era familiar. Llevo estudiando cuevas y sistemas en granitos desde 1989, y lo que se abría delante de nosotros en la
oscuridad, era un canal estructural de paredes pulidas y sinuosas, techado por
la enorme acumulación de bloques que vimos en el exterior: Esta primera imagen
bajo el sumidero me dejó claro que nos encontrábamos ante un nuevo e
interesante sistema de cuevas de bloques en granitos.
Este
tipo de cuevas presentan a groso modo dos tipos de espacios subterráneos
diferentes: Por un lado están los vacíos
y pasajes delimitados por los bloques angulosos y ásperos que techan el río
subterráneo; y por otro lado están los volúmenes asociados al canal techado.
Los
bloques caen cuando existe un hueco que les permite moverse, lo que significa
que la formación del canal en el fondo del valle es más antigua que la cueva. El
canal fue excavado por las aguas torrenciales de la Rivera del Bronco
para después acabar enterrado por el derrumbe, colapso o deslizamiento de
bloques graníticos situados en las laderas del valle. Y obviamente ahora que el
río circula confinado, y el canal evoluciona de una forma completamente
diferente a la que tendría si hubiera permanecido como canal abierto.
Resulta
sorprendente la abundancia y el desarrollo de las formas de erosión ocultasen
el subsuelo en Las Potras: Pasajes formados por marmitas coalescentes;
formas de erosión superpuestas en varios niveles; pilancones de gran tamaño
(estimando para algunas formas más
de 4.5 m de diámetro), y aunque ahora
parcialmente colapsadas, pudieron alcanzar la decena de metros de profundidad.
Aunque
por sus dimensiones más modestas pudieran parecer insignificantes al lado de los “Pilones” del
Jerte o de otros ríos, estas formas de erosión constituyen todo un patrimonio
geomorfológico que se debe preservar: Son algunas de esas páginas de la
historia de la Rivera del Bronco grabadas en la roca y
conservadas hasta la actualidad en este mundo subterráneo inesperado; formas
antiguas que nos indican que este río
tuvo un régimen de circulación del agua muy diferente al que vemos en la
actualidad, con flujos continuos y muy
intensos tal vez ligados a las fases de fusión glaciar de edad Pleistocena.
Pero
el libro del pasado oculto en Las Potras tiene más páginas que las
dedicadas a las formas de erosión: En su curso medio, en el interior de una
marmita aparecen retazos (actualmente en proceso de destrucción) de unos
depósitos rítmicos (esto es, formados por apilamientos de capas muy finas), y
que por su morfología y aspecto podría tratarse de una colada de pigotita, otro
biomineral típico en este tipo de cuevas. Su formación y existencia requieren
flujos lentos, lo que es completamente incompatible con la actual dinámica
torrencial de la Rivera del Bronco, y mucho menos con la dinámica
que esculpió el canal en la roca sobre el que se ha construido la cueva por
acumulación de bloques caídos desde las vertientes adyacentes. Hablar de aguas
lentas dentro de estas cuevas caracterizadas por sus formas de erosión conlleva
el reconocer la existencia de unas etapas o períodos más o menos prolongados
durante los que la circulación subterránea principal se vio interrumpida o
modificada. Esta coincidencia física de formas incompatibles nos describen un
medio cambiante, y por tanto la existencia de estos retazos de espeleotemas no
son algo banal: Su formación y existencia es en muchos casos un reflejo del
cambio de las condiciones climáticas exteriores, y que producen a su vez en la
cueva una alternancia de etapas de cese-reactivación de diferentes procesos
subterráneos.
Por
ahora no tenemos datos específicos de los depósitos de Las Potras, pero
el estudio de otras cuevas similares en el noroeste de la Península Ibérica nos
han mostrado como ese “cese” (en la
circulación turbulenta) ha coincidido con períodos fríos y posiblemente más
secos, y ha durado en algunas cuevas más de 1000 años, tiempo durante el que ha
ido creciendo el espeleotema, fosilizando completamente marmitas y otras formas
erosivas.
El
recorrido subterráneo es muy “dinámico”: Se alternan espacios amplios con pasos
parcialmente sumergidos, dónde apenas se puede permanecer con la cabeza fuera
del agua. En una de estas salas anejas al río subterráneo, con bóvedas
relativamente elevadas (caminábamos de pié sin llegar a tocar techo), se
localizaron unas importantes colonias de quirópteros. El suelo, mostraba
importantes acumulaciones de guano, lo que nos indicaba que la cueva no había
sufrido grandes variaciones del nivel de agua en los últimos meses.
Avanzamos
hacia la surgencia siguiendo el canal hasta llegar a un paso sifonado. Las
recientes lluvias habían aumentado el nivel de agua y no era posible para
nosotros el continuar avanzando por esta parte de la cueva. Competía en el
recorrido una nutria, que sí buceó hacia la surgencia, dejando atrás los restos
de un cangrejo de río que formó parte de su festín.
Abandonamos
el canal y regresamos a la superficie a través de unos pasajes formados por la
acumulación de bloques: Volúmenes subterráneos de distinta dimensión, formando
una estructura un poco laberíntica y caracterizados por unas superficies de
bloque más ásperas. Y aunque ahora las avenidas de la Rivera del Bronco sumerjan
estos bloques, el tacto de la roca deja claro que la historia y la edad de esta
parte de la cueva es diferente.
Hay
otro elemento que suele caracterizar estos niveles de bloques que techan un
canal: Los bioespeleotemas de ópalo amorfo o ópalo-A. Es tal vez el tipo de
depósito más abundante en las cuevas en granitos. Aparecen como pequeñas
estalactitas, estalagmitas, en general se presentan bien como cuerpos
cilíndricos de tamaño milimétrico, bien como conjuntos de formas aciculadas y
ramificadas, bien como formas nodulares, o bien como películas. Cualquiera de
sus variedades están asociadas a flujo muy lentos de agua. Mucho más lentos que
los que dan lugar a las formaciones de pigotita u otras ritmitas. Por eso
solamente aparecen en los espacios subterráneos más alejados de los cursos
activos. En el caso de Las Potras, y posiblemente debido a la dinámica de
la Rivera del Bronco, solamente localizamos este tipo de bioespeleotemas de ópalo en
pequeñas cavidades y oquedades situadas en las vertientes por encima del nivel
máximo de avenida. Y los depósitos localizados eran muy pequeños.
Desde
el principio de esta crónica he citado a los bioespeleotemas o biominerales,
especialmente los de ópalo-A. Estos elementos que decoran las cuevas en
granitos (aunque también aparecen en otras rocas plutónicas, en cuarzo,
cuarcitas, areniscas y en tubos volcánicos) son producidos generalmente por
acción bacteriana. Y su forma en muchos casos está inducida no por el goteo, si
no por el tipo de “biota” asociado al biomineral: Así, por ejemplo, algunas
formas que parecen estalactitas o estalagmitas realmente son formas alargadas
asociadas con algas filamentosas.
Y
puesto que son biominerales, y esto es lo importante, en su interior se
preserva toda una cadena trófica que empieza en la escala nanométrica y termina en la escala milimétrica. Forman
unas páginas muy especiales dentro del libro de estas cuevas: Conservan en su
interior ADN fósil de pólenes, amebas, algas, bacterias, ácaros, y un largo
etc. ,aunque a veces para saber a que organismos pertenecen no hay otro medio
de estudio que secuenciar el ADN de los microorganismos que forman estos
depósitos. La antigüedad de estos depósitos queda probada porque a veces
corresponden a organismos actualmente extinguidos en la zona. En Galicia, en
entornos similares, hemos encontrado polen de vegetación extinta con edades de
hasta 4000 años antes del presente (y en algunas cuarcitas de Venezuela,
incluso de hasta 150.000 años desde el presente!). De ahí la importancia de
estos depósitos, que no pueden existir ni conservarse si no es en las propias
cuevas.
José Luis Garrido Martín, uno de
nuestros guías, cruzando un tramo de canal en las proximidades del sumidero.
Otro aspecto importante es que este tipo de cuevas tienen (y generan) su propio microclima: Por un lado reproducen de forma atenuada, en función de la profundidad, las oscilaciones climáticas exteriores; y por otro funcionan como humectadores de aire e intercambiadores geotérmicos. Y la cueva respira en sus bocas, y las corrientes de aire húmedas y más frescas interaccionan con su entorno y su biota.
El
sistema de cuevas de Las Potras de Montehermoso constituye una parte
indivisible del paraje de Las Potras y de la Rivera del Bronco.
Forma un conjunto con su entorno. No es una isla que se pueda separar o aislar.
Existe en equilibrio, intercambio e interacción continua con su entorno y biota
asociado. La historia de la cueva es reflejo de la historia de su entorno, y a
nivel ambiental, reflejo del clima y del paleoclima de Montehermoso.
Hay
que concienciarse de la necesidad de promover el conocimiento y la conservación
de estos espacios. Y uno de los aspectos de la protección es evitar una
explotación irresponsable como parque de turismo-aventura. Existen riesgos importantes asociados a estas cuevas:
Inestabilidades, riesgo de avenidas, dificultad de rescate debido a la propia
morfología de los espacios subterráneos.
Los rescates
en este tipo de cuevas son muy complicados, y constituyen uno de los eventos de
mayor impacto contra el medio subterráneo. El acceso al medio subterráneo
requiere entrenamiento, formación y preparación.
Espero poder visitar y estudiar en un futuro próximo estas cuevas y otras acumulaciones de bloques localizadas en la misma zona. La cueva lo pide. Y bien merece aparecer en el Atlas de las Grandes Cavidades en Rocas Plutónicas del Mundo.
A lo largo de la cueva se alternan
espacios amplios y espacios más reducidos. En la fotografía una pequeña sala.
Se pueden apreciar las formas de erosión que limitan el canal. El bloque del
techo aparenta formar parte de un deslizamiento de la vertiente.
Enlaces relacionados:
El Paraje Natural de Las Potras en Montehermoso
Espacios Naturales y Áreas Protegidas en Montehermoso