Quiero contaros una historia que sucedió en el otoño de 2001 y que hizo que estuviera una noche en suspenso total. Eran las 2:20 de la madrugada y repasaba unos apuntes de un curso de Técnico de Información Turística que estaba realizando en la preciosa Villa de Galisteo. La tele, aunque sin voz, me acompañaba en esa hora de estudio, junto a mi perrita Kayla. De repente y en el silencio de la noche, un sonido musical me hizo levantarme de la silla “♪♪♪ ti, ti, ti, ti, ti, ti, ti…ti,ti,ti…ti,ti,ti♫♫♫.
Voy a la habitación de mi hijo pequeño y nada, dormido como un cesto. Enciendo la luz de mi habitación y nada, solo oía como mi mujer gruñía enfadada porque apagará la luz y me fuera ya de una vez a la cama. Subo a la habitación de mi hija y nada, también dormía plácidamente y a sus pies, enroscadita estaba Mini nuestra gatita blanca.
Después de esto. Sigo con mi estudio y me olvido de lo ocurrido. Pasaron 15 minutos, cuando de repente una misteriosa voz aparece en mitad de la noche diciendo “operadora, puedo ayudarle”. 2:35 AM. Pego un bote de la silla, voy otra vez habitación por habitación, cocina, cuarto de baño, entrada…nada, agua, a volver al estudio. ¡Será la alarma de algún reloj! deduje, y volví a mi tarea.
Pasan otros 15 minutos y de repente suena un timbre de un teléfono “riiiiinnnnng”. 2:50 AM. ¡Carajo (pensé), esto ya se está pasando de rosca!. Vuelvo a revisarlo todo y nada. No había nada de nada.
Sigo estudiando y me marco el dejarlo a las 3:30, hora prevista para irme a la cama. Y en esas dilaciones andaba cuando volvió el “♪♪♪ ti, ti, ti, ti, ti, ti, ti…ti,ti,ti…ti,ti,ti♫♫♫. 3:05 AM.
Hay amigo mío, esto ya no es normal y digo en alto “cachen la mar salá, estoy hasta los mismísimos co….. de tanta tontería”. Esperé impasible 10 minutos en el patio de casa remangado hasta los codos, con el ceño fruncido y con cara de “estoy hasta las pe…..”.
Bueno, pues entre unas cosas y otras, me lavo los dientes, recojo mis libros y apuntes para irme a la cama y en esto que vuelve aquella extraña voz “operadora, puedo ayudarle”. 3:20 AM.
Tiro los libros al suelo, salgo de la habitación y cojo una vara de las que tengo colgadas en el patio de casa y en tono desafiante digo “ahora no te escapas”. Miro por todas las habitaciones, debajo de los sofás, camas, armarios, subo al desván, salgo a la puerta con la vara alzada y nada, la operadora se había esfumado.
Ya quitándome la ropa para irme a la cama volvió a sonar el timbre “riiiiinnnnng”. 3:35 AM. “¿cari has oído eso?” (le digo a mi mujer). “Deja de hacer ruido y encender luces toda la noche y acuéstate de una vez, que vaya matraca que estás dando esta noche, por favor” (me dijo cabreada).
¡Dios mío, y encima nadie me hace caso pensé!. Salgo de la habitación, vuelvo al salón y allí con la luz apagada intentaría averiguar que era lo que tanta lata me daba, ya fuera alarma, operadora o poltergeist cachondo, así en esas andadas me dieron las 5 de la madrugada. Cada dos por tres el “♪♪♪ ti, ti, ti, ti, ti, ti, ti…ti,ti,ti…ti,ti,ti♫♫♫", la “operadora, puedo ayudarle” o el “riiiiinnnnng” me hacían ir de un lado a otro sin obtener ningún resultado claro.
En esto vi como mi gatita Mini bajaba tranquilamente a beber agua y me miraba con cara de ¿Pero que hace este hombre remangado a estas horas de la madrugada?. Miro el reloj y veo que eran la 5:20 de la madrugada cuando de repente sonó el timbre “riiiiinnnnng” (lógico, era su turno después de la operadora, deduje).
¡Ahora es la mía, ya te tengo! (exclamé en voz alta). El sonido provenía de la cocina, pero allí no había nada, ni nadie. Bueno, un momento, a un lado estaba la caja de juguetes de mi hijo Junior y recordé que aproximadamente a las 2 de la madrugada la gatita jugaba como loca con una canica que se hallaba entre los juguetes. Busco y rebusco sin parar hasta que encuentro un teléfono móvil de juguete que tenía una tecla pulsada. Al poner esta tecla en su posición normal no se le ocurre otra cosa que decirme“operadora, puedo ayudarle”. “LA MADRE QUE TE PARIÓ” (le dije). Y le quite las pilas, lo hice trizas y lo tiré a la basura.
Me fui a la cama acordándome de todo lo acontecido y me reía despacito pensando “cuando cuente esto algún día, Dios mío…” Como apenas dormí, ni sentí el despertador. Por la mañana me llama mi mujer, nos ponemos a desayunar los dos frente a frente y me dice muy seria “¿has roto tu el teléfono del niño?, ya te vale, por favor”.
Ante tal reprimenda, yo me pongo a reír sin parar, lo que la irritaba aún más, hasta que por fin pude contarle toda la historia y la aventura que viví esa madrugada por culpa de los DICHOSOS ARTILUGIOS.
© Juan Jesús Sánchez Alcón, 2010