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domingo, 31 de mayo de 2020

El paisaje de la dehesa

Paisajes de la dehesa

El paisaje de la dehesa iba tomando el color amarillo y blanco de miles de flores que en estos días de finales de mayo inundaban las pequeñas vaguadas del Valle de las Colmenas. Los cardos emergían despuntando al lado de un hermoso alcornoque y atraían a un grupo de jilgueros que de ellos se alimentaban.

Hermosa, muy hermosa era la silueta del águila culebrera que parecía saliera de un cuadro recién pintado. Mientras tanto, escondido entre unos arbustos veo salir a dos alcaudones chillones y ruidosos, estaban defendiendo su territorio y no se amedrantaron ante la imponente rapaz hasta que abandonó la zona.

- Creo que es hora de irse, ya no hay nada más que ver. - Pensé en ese momento. El no querer molestar a los recios alcaudones me hizo volver atrás a y coger otro sendero. Para mí es como comenzar de nuevo a explorar, porque siempre te encuentras algo que te sorprende.

La curiosidad me llevó a meterme en un paisaje de dehesa más cerrado, serpenteando entre carrascas, majuelos y piruétanos que dejaron más de una marca en mis brazos. Y mereció la pena tanta aventura, al final en unas formaciones de pizarra me topé con una bella gineta. Rodeo despacio, me alejo tranquilo y ella sosegada se queda para luego irse mirando curiosa hasta su refugio.

El calor apretaba y también las piernas, era hora de hidratarse y por eso espabilé el paso, no sin dejar de observar cada planta, cada rastro, cada claro entre el sotobosque por si veía algo. Atrás dejaba momentos donde la vida pasaba más tranquila, donde el tiempo no importaba, donde todo era más soportable y donde los animales y las plantas nos daban una lección de cómo convivir en el medio natural.