VALLADOLID Y MONTEHERMOSO HERMANADOS POR DOS PUENTES
Domingo Quijada González
Ruego me disculpen mis hermanos de adopción moralos, pero hoy tengo una deuda moral con el pueblo que me vio nacer, tal día como hoy de 1949 (casi ná, y parece que fue ayer…). Les cuento:
Cierto día, paseando por el famoso y bello parque de la Rosaleda de la capital de Castilla-León (una maravilla fresca, multicolor y aromática, sobre todo en estas fechas), a la vera del el río Pisuerga, mis retinas se vieron impresionadas por un sólido –pero esbelto y hermoso– puente que unía ambas márgenes. Sentí una sensación inexplicable, cierto escalofrío y hasta turbación.
¡No me lo podía creer!, ¿soñaba, tal vez?
Me sereno, lo contemplo nuevamente y analizo sus detalles.
No había la menor duda, era similar al de mi pueblo en el Alagón, donde tantas veces me he bañado y disfrutado, casi siempre con mis inolvidables amigos.
Ya en mi despacho, hago lo que suelo realizar cuando el interés y la duda me embargan: investigar los hechos y sus circunstancias.
Y de esa forma me entero que el puente del Poniente de Valladolid, llamado antes González Regueral (alcalde de esa ciudad cuando se erigió, rebautizado después tras el polémico tema de la “Memoria Histórica”), fue proyectado en 1950 por el ingeniero municipal Luis Díaz-Caneja Pando. Diez años más tarde fue concluido y se realizaron las pruebas de carga, que fueron satisfactorias y permitieron que se abriera al tránsito.
Está constituido por tres arcos nervados de hormigón, con armadura rígida, de 28 metros de luz, bastante curvos (casi de medio punto). Los arcos descansan sobre estribos y pilas de hormigón en masa, revestidas de mampostería y sillería. Ya fuera del cauce, en ambas márgenes, el puente se completa con tres arcos semicirculares de hormigón en masa, de 5 metros de luz.
Contemplo y examino el de mi pueblo y, aunque es cierto que algunos elementos difieren, el conjunto guarda una gran semejanza: por eso los he emparentado...
Como es natural, ambos se tuvieron que adaptar a la anchura del cauce de los respectivos ríos: eso motivó que el pucelano tenga tres arcos (más los otros pequeños citados) y el montehermoseño cuatro, al estar la vega más abierta.
También, los arcos de este último son nervados y de hormigón; pero menos circulares, más rebajados, ya que tienen que soportar un tránsito y peso menor que el vallisoletano. Y descansan igualmente sobre estribos y pilas de hormigón en masa, pero a mayor altura que en el del Poniente (por la misma circunstancia anterior).
Son de la misma época, mediados del siglo pasado. Aunque el del Alagón se construyó antes, entre 1947 y 1955; mientras que el del Pisuerga, algo después, durante la década de los cincuenta (como hemos dicho antes).
De lo que se infiere que, o el mencionado Luis Díaz-Caneja proyectó ambos (en ese caso, primero el de mi pueblo, porque se inició antes, y después el del suyo), o los promotores de ambos siguieron un modelo “académico” preconcebido; pues hay que tener en cuenta que hoy se tiende más a la innovación, cuando antes se seguían patrones más generalizados y uniformes.
Sea como fuere, ahí están ambos, desafiando al tiempo, cumpliendo la misión para la que fueron preconcebidos y deleitando la vista de los que se acercan hasta ellos: como a mí me sucedió (y lo seguirán haciendo, porque me encanta el arte y las obras bien hechas…).
Relájense con su imagen, el agua y la frescura de su entorno, en un día tan infernal como el de hoy…