sábado, 1 de julio de 2017

Crónica de una visita a Las Potras de Montehermoso


Crónica de una visita a Las Potras de Montehermoso
Vaqueiro Rodríguez, M. y Vidal Romaní, Juan Ramón
Instituto Universitario de Xeoloxía “Isidro Parga Pondal”, Universidade de A Coruña
Clube de Espeleoloxía A Trapa - CETRA

“...Para conocer este patrimonio natural, para
 poder leer este libro del pasado, escrito en las
 rocas y en el paisaje antes de nuestra
aparición.... Esta es nuestra memoria de la
 Tierra. Este es nuestro Patrimonio Geológico...” 
(Derechos de la Memoria de la Tierra Digne, 
Francia,1991)

            Viajé a Cáceres (capital) en septiembre de 2014, junto con el Dr. Juan Ramón Vidal Romaní y la estudiante de doctorado Laura González, para participar en las Jornadas de la Sociedad Geológica de España (SEG).

            Completadas las sesiones científicas, aprovechamos la estancia y el viaje para descubrir desde un punto de vista geológico el Cáceres natural. Visitamos el afloramiento de granitos del paraje de los Barruecos de Malpartida, geomorfológicamente muy interesante debido a los numerosos tafoni y otras pequeñas cavidades de bloques dónde abundan los bioespeleotemas de ópalo-A u ópalo biogénico; visitamos también algunos afloramientos en cuarcitas en la zona de Santiago de Alcántara, con sus abrigos y cuevas, no solamente interesantes por sus pinturas rupestres, si no por la existencia también de bioespeleotemas de ópalo (nuestro interés en este tipo de depósitos quedará claro a lo largo de esta crónica). Y finalmente subimos hacia el norte, hasta Montehermoso con el objetivo de visitar el paraje de Las Potras y sus cuevas. Esta última visita hubiera sido imposible de realizar si no llega a ser por Juan Jesús Sánchez Alcón y José Luis Garrido Martín, a los que desde aquí quiero agradecerles una vez más la oportunidad que nos brindaron.

            En este artículo os propongo realizar una rápida visita a Las Potras de Montehermoso, leyendo ese libro del pasado, ese fragmento de la memoria de la Tierra, escrito en sus rocas y en sus cuevas.

            Nos aproximamos al sistema de Las Potras por su vertiente Este. Desde el Canchal del Búho, al borde del talweg de la Rivera del Bronco, podíamos ver la enorme acumulación de bloques de granito que ocultaba el curso fluvial a lo largo, al menos, de unos 300 m. Descendimos la vertiente avanzando progresivamente aguas arriba, al NNE del mirador, hasta llegar al sumidero donde la Rivera del Bronco desaparece bajo tierra.

            El primer elemento que llamó mi atención en el sumidero fueron las marmitas turbillonares (localmente llamadas pozas o tinajas). Nos contaba Juan Jesús como cambian los rellenos de estas marmitas durante las avenidas, pasando de estar completamente rellenas de cantos rodados a quedar medio vacías.

            A pesar de las lluvias caídas en los días anteriores a nuestra visita, la Rivera del Bronco dormitaba y el sumidero se encontraba seco. Nos equipamos en el exterior y descendimos entre los bloques hasta llegar al canal subterráneo de la cueva. Y (¡chof!)…. Llegamos al agua.

  Formas de erosión: Vista del techo desde el fondo del canal.

            Cuando la luz iluminó el paisaje subterráneo lo primero que destacaron fueron las formas de erosión que definían y delimitaban este canal subterráneo. La imagen era familiar. Llevo estudiando cuevas y sistemas en granitos desde 1989, y  lo que se abría delante de nosotros en la oscuridad, era un canal estructural de paredes pulidas y sinuosas, techado por la enorme acumulación de bloques que vimos en el exterior: Esta primera imagen bajo el sumidero me dejó claro que nos encontrábamos ante un nuevo e interesante sistema de cuevas de bloques en granitos.

            Este tipo de cuevas presentan a groso modo dos tipos de espacios subterráneos diferentes: Por un lado están  los vacíos y pasajes delimitados por los bloques angulosos y ásperos que techan el río subterráneo; y por otro lado están los volúmenes asociados al canal techado.

            Los bloques caen cuando existe un hueco que les permite moverse, lo que significa que la formación del canal en el fondo del valle es más antigua que la cueva. El canal fue excavado por las aguas torrenciales de la Rivera del Bronco para después acabar enterrado por el derrumbe, colapso o deslizamiento de bloques graníticos situados en las laderas del valle. Y obviamente ahora que el río circula confinado, y el canal evoluciona de una forma completamente diferente a la que tendría si hubiera permanecido como canal abierto.

            Resulta sorprendente la abundancia y el desarrollo de las formas de erosión ocultasen el subsuelo en Las Potras: Pasajes formados por marmitas coalescentes; formas de erosión superpuestas en varios niveles; pilancones de gran tamaño (estimando para  algunas formas más de  4.5 m de diámetro), y aunque ahora parcialmente colapsadas, pudieron alcanzar la decena de metros de profundidad.

            Aunque por sus dimensiones más modestas pudieran parecer  insignificantes al lado de los “Pilones” del Jerte o de otros ríos, estas formas de erosión constituyen todo un patrimonio geomorfológico que se debe preservar: Son algunas de esas páginas de la historia de la Rivera del  Bronco grabadas en la roca y conservadas hasta la actualidad en este mundo subterráneo inesperado; formas antiguas que nos  indican que este río tuvo un régimen de circulación del agua muy diferente al que vemos en la actualidad,  con flujos continuos y muy intensos tal vez ligados a las fases de fusión glaciar de edad Pleistocena.

 Depósito biomineral de ópalo amorfo u ópalo-A en un cavidad de bloques de Cáceres.

            Pero el libro del pasado oculto en Las Potras tiene más páginas que las dedicadas a las formas de erosión: En su curso medio, en el interior de una marmita aparecen retazos (actualmente en proceso de destrucción) de unos depósitos rítmicos (esto es, formados por apilamientos de capas muy finas), y que por su morfología y aspecto podría tratarse de una colada de pigotita, otro biomineral típico en este tipo de cuevas. Su formación y existencia requieren flujos lentos, lo que es completamente incompatible con la actual dinámica torrencial de la Rivera del  Bronco, y mucho menos con la dinámica que esculpió el canal en la roca sobre el que se ha construido la cueva por acumulación de bloques caídos desde las vertientes adyacentes. Hablar de aguas lentas dentro de estas cuevas caracterizadas por sus formas de erosión conlleva el reconocer la existencia de unas etapas o períodos más o menos prolongados durante los que la circulación subterránea principal se vio interrumpida o modificada. Esta coincidencia física de formas incompatibles nos describen un medio cambiante, y por tanto la existencia de estos retazos de espeleotemas no son algo banal: Su formación y existencia es en muchos casos un reflejo del cambio de las condiciones climáticas exteriores, y que producen a su vez en la cueva una alternancia de etapas de cese-reactivación de diferentes procesos subterráneos.

            Por ahora no tenemos datos específicos de los depósitos de Las Potras, pero el estudio de otras cuevas similares en el noroeste de la Península Ibérica nos han mostrado como ese  “cese” (en la circulación turbulenta) ha coincidido con períodos fríos y posiblemente más secos, y ha durado en algunas cuevas más de 1000 años, tiempo durante el que ha ido creciendo el espeleotema, fosilizando completamente marmitas y otras formas erosivas.

            El recorrido subterráneo es muy “dinámico”: Se alternan espacios amplios con pasos parcialmente sumergidos, dónde apenas se puede permanecer con la cabeza fuera del agua. En una de estas salas anejas al río subterráneo, con bóvedas relativamente elevadas (caminábamos de pié sin llegar a tocar techo), se localizaron unas importantes colonias de quirópteros. El suelo, mostraba importantes acumulaciones de guano, lo que nos indicaba que la cueva no había sufrido grandes variaciones del nivel de agua en los últimos meses.

            Avanzamos hacia la surgencia siguiendo el canal hasta llegar a un paso sifonado. Las recientes lluvias habían aumentado el nivel de agua y no era posible para nosotros el continuar avanzando por esta parte de la cueva. Competía en el recorrido una nutria, que sí buceó hacia la surgencia, dejando atrás los restos de un cangrejo de río que formó parte de su festín.

 Marmitas coalescentes en la base del sumidero.

            Abandonamos el canal y regresamos a la superficie a través de unos pasajes formados por la acumulación de bloques: Volúmenes subterráneos de distinta dimensión, formando una estructura un poco laberíntica y caracterizados por unas superficies de bloque más ásperas. Y aunque ahora las avenidas de la Rivera del  Bronco sumerjan estos bloques, el tacto de la roca deja claro que la historia y la edad de esta parte de la cueva es diferente.

            Hay otro elemento que suele caracterizar estos niveles de bloques que techan un canal: Los bioespeleotemas de ópalo amorfo o ópalo-A. Es tal vez el tipo de depósito más abundante en las cuevas en granitos. Aparecen como pequeñas estalactitas, estalagmitas, en general se presentan bien como cuerpos cilíndricos de tamaño milimétrico, bien como conjuntos de formas aciculadas y ramificadas, bien como formas nodulares, o bien como películas. Cualquiera de sus variedades están asociadas a flujo muy lentos de agua. Mucho más lentos que los que dan lugar a las formaciones de pigotita u otras ritmitas. Por eso solamente aparecen en los espacios subterráneos más alejados de los cursos activos. En el caso de Las Potras, y posiblemente debido a la dinámica de la Rivera del  Bronco, solamente localizamos  este tipo de bioespeleotemas de ópalo en pequeñas cavidades y oquedades situadas en las vertientes por encima del nivel máximo de avenida. Y los depósitos localizados eran muy pequeños.

            Desde el principio de esta crónica he citado a los bioespeleotemas o biominerales, especialmente los de ópalo-A. Estos elementos que decoran las cuevas en granitos (aunque también aparecen en otras rocas plutónicas, en cuarzo, cuarcitas, areniscas y en tubos volcánicos) son producidos generalmente por acción bacteriana. Y su forma en muchos casos está inducida no por el goteo, si no por el tipo de “biota” asociado al biomineral: Así, por ejemplo, algunas formas que parecen estalactitas o estalagmitas realmente son formas alargadas asociadas con algas filamentosas.

            Y puesto que son biominerales, y esto es lo importante, en su interior se preserva toda una cadena trófica que empieza en la escala nanométrica  y termina en la escala milimétrica. Forman unas páginas muy especiales dentro del libro de estas cuevas: Conservan en su interior ADN fósil de pólenes, amebas, algas, bacterias, ácaros, y un largo etc. ,aunque a veces para saber a que organismos pertenecen no hay otro medio de estudio que secuenciar el ADN de los microorganismos que forman estos depósitos. La antigüedad de estos depósitos queda probada porque a veces corresponden a organismos actualmente extinguidos en la zona. En Galicia, en entornos similares, hemos encontrado polen de vegetación extinta con edades de hasta 4000 años antes del presente (y en algunas cuarcitas de Venezuela, incluso de hasta 150.000 años desde el presente!). De ahí la importancia de estos depósitos, que no pueden existir ni conservarse si no es en las propias cuevas.

José Luis Garrido Martín, uno de nuestros guías, cruzando un tramo de canal en las proximidades del sumidero.

          Otro aspecto importante es que este tipo de cuevas tienen (y generan) su propio microclima: Por un lado reproducen de forma atenuada, en función de la profundidad, las oscilaciones climáticas exteriores; y por otro funcionan como humectadores de aire e intercambiadores geotérmicos. Y la cueva respira en sus bocas, y las corrientes de aire húmedas y más frescas interaccionan con su entorno y su biota.

            El sistema de cuevas de Las Potras de Montehermoso constituye una parte indivisible del paraje de Las Potras y de la Rivera del Bronco. Forma un conjunto con su entorno. No es una isla que se pueda separar o aislar. Existe en equilibrio, intercambio e interacción continua con su entorno y biota asociado. La historia de la cueva es reflejo de la historia de su entorno, y a nivel ambiental, reflejo del clima y del paleoclima de Montehermoso.

            Hay que concienciarse de la necesidad de promover el conocimiento y la conservación de estos espacios. Y uno de los aspectos de la protección es evitar una explotación irresponsable como parque de turismo-aventura. Existen riesgos  importantes asociados a estas cuevas: Inestabilidades, riesgo de avenidas, dificultad de rescate debido a la propia morfología de los espacios subterráneos.

Los rescates en este tipo de cuevas son muy complicados, y constituyen uno de los eventos de mayor impacto contra el medio subterráneo. El acceso al medio subterráneo requiere entrenamiento, formación y preparación.

         Espero poder visitar y estudiar en un futuro próximo estas cuevas y otras acumulaciones de bloques localizadas en la misma zona. La cueva lo pide. Y bien merece aparecer en el Atlas de las Grandes Cavidades en Rocas Plutónicas del Mundo.

A lo largo de la cueva se alternan espacios amplios y espacios más reducidos. En la fotografía una pequeña sala. Se pueden apreciar las formas de erosión que limitan el canal. El bloque del techo aparenta formar parte de un deslizamiento de la vertiente.


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